Mi lista de blogs

lunes, 29 de abril de 2013

The Ghan: o cómo pasé 25 horas en un tren (Parte II).

(Para leer la parte uno, haz click aquí)

¡Que empiece el viaje...!
Y allí estaba yo en la Estación Parklands de Adelaida, con mi sombrero de cuero y mi  mochila llena de agua, snacks, ropa... y todas las cosas básicas que puedes necesitar en una semana en mitad del desierto australiano. Salimos de Adelaida a medio día, pero no llegaríamos a Alice Springs hasta 25 horas más tarde. El tren hacía 5 o 6 paradas a lo largo de sus 1500 kms, así que si calculáis la velocidad media... la verdad es que no iba tan rápido.

Saqué un sándwich de los que había preparado y lo disfruté de lo lindo con el paisaje de la ventanilla y la compañía de mi mono Marcelino y de la anciana vietnamita que tenía a mi lado ofreciéndome cacahuetes. ¡Qué maja! 

Más cacahuetes

El viaje fue lento pero fantástico... hablando con la atractiva mochilera estadounidense que tenía a mi espalda y el gracioso vejete a su lado. La señora vietnamita me ofreció más cacahuetes. Leí un libro y una revista que traía conmigo, exploré el tren... pero sobre todo disfruté del paisaje desde mi ventanilla. Fue cambiando del paisaje mediterráneo de Adelaida a los famosos viñedos de Australia Meridional, luego hacia un paisaje estepario para finalmente terminar en el desierto. Piedras, arena y plantas muertas hasta donde alcanzaba la vista. Impresionante.



Una de las últimas granjas antes de llegar al vacío Outback




La nada absoluta en cientos de kilómetros
Habían pasado ya diez horas y estaba anocheciendo. Para entonces yo ya había averiguado del inglés roto de mi compañera de viaje que su familia había huido de Vietnam al terminar la guerra y vivían en Australia desde entonces. No me supo decir nada más en inglés. Creo que notó mi frustración al tratar de comunicarme con ella sin suerte, así que para compensarlo me ofreció más cacahuetes. Supongo que era su manera de pedir perdón. La verdad es que empezaba a sentir los primeros síntomas de fatiga del viaje, me dolían las piernas y la espalda... el cuello también de girarme para hablar con los de atrás y estaba muerto de sed por tantos cacahuetes. Así que me puse a explorar el tren y llegué a una especie de vagón cafetería / sala de estar. Allí me tomé una coca-cola y me puse a leer un rato... pero se me sentó un hombre al lado y no paraba de leer mi libro por encima del hombro. La verdad es que era bastante raro, así que me levanté y volví a mi vagón, de donde no volví a salir.


Más nada cerca de Coober Pedy


Amanece, que no es poco
La noche fue larga, pero al menos mi ya maltrecho cuerpo pudo descansar unas cuantas horas. Me despertaron los primeros rayos de sol del lento amanecer del Outback.




Marcelino estirándose por la mañana

Ya en la mañana, la progresión del paisaje era nula. La nada: arena roja sólo interrumpida por algún que otro matojo se extendían hasta donde alcanzaba la vista. No había ningún asentamiento humano en cientos de kilómetros. Así llegamos a la frontera del estado de Australia Meridional con el Territorio del Norte, ya en las proximidades del Trópico de Capricornio. El paisaje ya no cambió, pero el aire por alguna razón parecía más denso de lo normal. 

Frontera entre Australia Meridional y el Territorio Septentrional Australiano

Bienvenido a Alice Springs
Quedaba ya poco tiempo de viaje, pero cuanto más nos aproximábamos a Alice Springs, el aire era más denso y nuestro campo de visión cada vez era más limitado. El fuerte viento había creado una tormenta de arena... Malas noticias: no podríamos respirar aire limpio. Hasta aquí todo normal, entra dentro de las ideas preconcebidas del desierto: un lugar seco, arenoso y bueno... ventoso de cuando en cuando.  


Dos vaquitas refugiándose de la arena tras un frondoso arbusto
Al cabo de un rato la visibilidad era prácticamente nula 

La cordillera McDowell, al otro lado nos esperaba Alice Springs

Lo que no nos esperábamos era la lluvia. No son muchos los días con lluvia en el centro de Australia, pero esta vez nos tocó. Empezó con unas cuantas gotas y continuó con un copioso jarreo. Al llegar a Alice Springs el panorama era espectacular. La Stuart Highway (único acceso por carretera hasta Alice Springs) estaba cortada por las inundaciones. El vendaval hizo lo propio con el tendido eléctrico y a pesar de la lluvia, todavía había gran cantidad de polvo en suspensión de la tormenta de arena previa. 

Vista de Alice Springs desde ANZAC Hill

El tiempo y la lluvia siguieron limpiando el aire
La antigua cárcel de Stuart Town, Alice Springs.

Así empezó mi semana en el desierto: en una ciudad embarrada, con el aire lleno de arena, aislada por carretera, sin electricidad y con todos los negocios cerrados por el apagón.Como dijo el señor Edward Murphy: "Si algo puede salir mal, saldrá mal".  Afortunadamente la mala suerte se revirtió y a pesar del desafortunado comienzo, se convirtió en una de las mejores semanas de mi vida. 

El viaje del Ghan es lento y tortuoso. No es barato y todo aquél que tenga dos dedos de frente te recomendará volar hasta Alice Springs. Sin embargo... si tenéis tiempo y cuerpo para ello, os recomiendo la experiencia. Me lo agradeceréis a la vuelta, si antes no os acordáis de toda mi familia. 

En la próxima entrada hablaré del día que estuve en 5 países diferentes.

sábado, 20 de abril de 2013

The Ghan: o cómo pasé 25 horas en un tren (Parte I).

Un buen día de septiembre en Sydney...
y mientras la primavera austral florecía, me enteré de que la essay week era en un par de semanas y no tenía plan. Estando en las antípodas, obviamente no me iba a quedar en casa haciendo trabajos. ¡Ahm! Para los nuevos, essay week es la semana que dan de vacaciones en las universidades del mundo anglosajón para que te pongas al día con las tareas de clase.

Mi primera opción por la relativa poca distancia y motivos familiares fue coger un vuelo a Honiara, capital de las Islas Salomón, que descubriera mi tatara-etc.-tatarabuelo Álvaro de Mendaña allá por el año 1568 mientras buscaba la Terra Australis Ignota que nunca encontró. 

Santa Cruz/ Nendo Island (Solomon Is.), where Álvaro de Mendaña died

Fue una verdadera lástima que solo el vuelo de ida y vuelta costara 600€. Así que tuve que buscar otra opción: explorar el Outback Australiano.

Parada hidráulica en Adelaida
Muy pronto aquella mañana cogí el primer avión con rumbo a Adelaida. En el mapa de Australia parece que está relativamente cerca, pero unos 1300 kilómetros separan a la capital de Australia Meridional de Sydney. Tenía unas 4-5 horas libres, así que me di una vuelta por el centro de la ciudad... parada hidráulica (soltar y reponer líquidos), comprar vituallas, hacer algo de turismo y  de vuelta a la estación de tren.

La ciudad de Adelaida vista desde el avión. Se puede apreciar el anillo de parques que rodea la milla cuadrada del centro histórico. 

Como podéis ver en la foto, Adelaida es una ciudad planificada y fue completamente diseñada por el Coronel William Light en 1837 (año en el que se fundó la colonia de Australia Meridional). Sin embargo, y a pesar de ser una ciudad planificada, Adelaida brilla con una luz propia y no es una ciudad fría, incoherente y -de algún modo- demasiado racionalizada como... digamos... Canberra.


Chinatown y la catedral católica de San Francisco Javier

El Ayuntamiento

Mi compañero de viaje Marcelino colgando de un árbol en Victoria Square

¿Y qué es eso del Ghan?
A eso voy. Si eres un amante de los trenes, seguramente hayas oído hablar del Ghan. Es una línea férrea comparable en lujo al Blue Train de Sudáfrica, al ya extinto Orient Express o al también australiano Indian Pacific.

El plan original era conectar la costa norte y sur de Australia y crear una línea fácil de suministros para Alice Springs -esa estación de telégrafos y posterior ciudad- en el centro del continente australiano. Adelaida se conectó con Alice Springs en 1929 (pero incluso en aquella época, los últimos kilómetros se hacían en caravanas de camellos afganos). La conexión hasta Darwin tuvo que esperar hasta el año 2001.

El nombre The Ghan proviene del mote que le pusieron los locales: The Afghan Express (El Express Afgano). Cientos de afganos, acostumbrados a la vida del desierto fueron contratados para la construcción del ferrocarril. Mientras se iban completando las obras, ellos hacían también el traslado de pasajeros y bienes en sus caravanas de camellos... que cuando ya no fueron necesitados, los abandonaron a su suerte en el desierto australiano. Eso explica la cantidad de camellos salvajes en el interior del continente.

El tren en sí mismo es impresionante. Es imposible virtualmente imposible ver el sinnúmero de vagones si no es desde una distancia considerable. Para viajar puedes alquilar un vagón entero para ti... o puedes viajar en la Clase Platino (un camarote en-suite con servicio de habitaciones y que ocupa medio vagón). Si no andas bien de efectivo, la Clase Oro no está mal si no te importa compartir compartimento con otras dos personas. En mi caso... yo viajé en la Clase Canguro Rojo. Y no, eso no era un chiste.

Mi vagón en el amanecer del segundo día

¡Que empiece el viaje...! (continuará)

viernes, 5 de abril de 2013

Cómo organizar un viaje a Guinea Ecuatorial en sencillos pasos

Era una agradable tarde de mayo en Zagreb...

Estás tranquilamente reposando el buen ćevapčići que te acabas de zampar, y te estás preparando para irte a clase de croata. En ese momento recibes un email: "¿Estás interesado en irte este agosto a trabajar a Malabo? Pero tienes que contestarme ya." ¿Qué contestas?

Tras flipar durante tres horas (y no atender a la profesora de croata) decides una respuesta para un reto que nunca te habías planteado. Supongo que veis venir cuál fue mi respuesta, ¿no?: "¿Dónde hay que firmar?"



Como era de esperar, Guinea Ecuatorial no es parte de la Unión Europea -y mucho menos de la zona Schengen-, con lo cual, para llegar allí no basta con un sencillo paseo hasta la frontera.

¡ESPERA! ¿Dónde vas con esa jeringuilla, loco? ¡¡PARA!! Pero serás...!!!

No olvidéis revisar nunca las recomendaciones del Ministerio de Asuntos Exteriores. Allí os recuerdan: antes de entrar a Guinea Ecuatorial es obligatorio estar inoculado contra la fiebre amarilla... pero también os recomiendan las vacunas del tétanos-diftéria, hepatitis A-B, fiebre tifoidea y cólera. Para ello deberás ir a la Unidad de Medicina Tropical más cercana -no se os olvide olvide vuestra cartilla de vacunas-. Allí también te recomendarán el tipo de antimosquitos más adecuado y te recetarán profilácticos contra el paludismo/malaria por el tiempo de tu estancia.

Te duele el brazo, lo sé. Pero no todo ha sido en vano.. ahora tienes tu maravilloso-mágico- y, lo más importante, amarillo Certificado de Vacunación Internacional expedido por la Organización Mundial de la Salud y firmado por tu médico. ¡¡Y tiene el emblema de la OMS!! ¡Y todo completamente gratis! Bueno... no. Realmente tienes que pagar, pero no mucho, no te preocupes.



Papeles-papeles-papeles

Bien, ya estamos vacunados, ahora a la burocracia -siempre mi paso favorito. Antes de pedir el visado a través de la embajada, necesitamos una carta de invitación del hotel o la persona que vayamos a visitar. También un certificado de antecedentes penales (si podéis ir al Ministerio de Justicia en persona, os costará menos de 4€, si lo solicitáis en una gestoría os puede sajar entre 80 y 100€, así que... no lo penséis).

Con la carta y el certificado, podemos ir al siguiente paso: solicitar el visado en la embajada. Una recomendación: vestid como queráis (clásico, a lo Tony Manero, o con una modesta combinación de morado y amarillo), pero no cometáis el mismo error que yo. No uséis pantalones cortos. Si los lleváis, no os dejarán entrar en la embajada.

Irrelevante foto de Zadar, Croacia.
Soy el lanudo de blanco... de esa guisa iba a la embajada. Sé que mis piernas no son un monumento nacional precisamente, pero dudo que ofendan tanto como para prohibirme la entrada en una oficina.

Maleta, maleta, tele de plasma, maleta, portátil, maleta...

Teniendo los billetes de avión, los papeles, las vacunas y las maletas hechas, estáis listos. Iberia cuenta con vuelos diarios entre Madrid y Malabo -si no es un día, es otro- eso no debería ser ningún problema.

No obstante, si sois de los que normalmente vais apurados al aeropuerto, dejad la siesta para otro momento y apresuraos en vuestro camino al aeropuerto. Yo casi me quedo en tierra por exceso de equipaje de los pasajeros (que no mío). Entre los efectos facturados vi colosales maletas, ordenadores, televisiones de plasma de todos los tamaños... En facturación incluso me ofrecieron ir al día siguiente en otro vuelo (con riesgo de que la misma situación se repitiera) -y eso que había plazas de sobra, pero el  exceso de peso abordo era un problema (y no, no era yo, ese día había comido ligero). 

Control de pasaportes y la música de Toto

Tras 6 horas encajonado en clase turista y después de haber degustado las maravillosas delicias culinarias del avión (recordadme que algún día dedique una entrada a comidas que me han ido sirviendo en medios de transporte a lo largo de los años)... llegas a Malabo (antigua Santa Isabel).



File:Aeropuerto Malabo.jpg

La primera sensación es de alivio -estirar las piernas, esa magnífica sensación- y luego de agobio. Si bien, la temperatura de Malabo no es excesivamente alta (rara vez se superan los 30ºC), la humedad te abraza con tal cariño, que no te suelta hasta que no estás de nuevo en el avión para salir del país. A nuestra llegada no dejaba de llover... y la verdad es que fue difícil quitarme de la cabeza la famosa canción de Toto...

Un último consejo: ¡no entres en pánico si te retienen el pasaporte! Es solo una de las comprobaciones que hacen a tu entrada. Una vez sellado, te lo devolverán y podrás  -una vez pasado un control de equipaje- buscar un taxi con el que dirigirte a tu hotel.

Ahora que ya sabemos cómo llegar, podemos pasar a conocer el país un poco mejor. Pero (y citando a Syrio de Juego de Tronos) "hoy no".